Viaje a Estocolmo, de Raúl Herrero

 VIAJE A ESTOCOLMO DE RAUL HERRERO




Todo desplazamiento, expedición o viaje a tierra desconocida guarda en la recámara una angosta incertidumbre unida al irremediable barrunto de aventura. Ya sea a país extranjero y remoto o a un poblacho vecino lindante a Calabuch. En este diario de viaje Raúl Herrero ofrece el verídico relato del periplo que el autor realizó por Suecia como editor de "Libros del Innombrable", invitado por el Instituto Cervantes. Raúl Herrero viaja a Estocolmo con motivo de unas jornadas literarias "El fin de semana del libro" ("Stockholms bokhelg") donde se presenta la novedad de la editorial "Algunos de los nuestros, un siglo y más de poesía nórdica" y se exhibe parte del inmenso catálogo de "Libros del Innombrable". Pero antes de bucear en las páginas de este libro de viajes, quiero destacar que para el Ateneo Jaqués fue fundamental presentar este libro durante la feria jaquesa. Habituados más a la temática local, yo diría que sobrealimentados e incluso desbordados, presentar este libro es romper una lanza en favor de la amplitud de miras y la universalidad, huyendo de la endogamia y apostando por uno de los libros más aprovechables que durante aquel año (2022) se editaron en Aragón. En la presentación jaquesa estuvo acompañando musicalmente, con guitarra y voz,  Ana Belén Sánchez. 

Francisco Ferrer Lerín y Raúl Herrero posan con un quebrantahuesos que se personó en la presentación. El acto se realizó en el estudio del pintor Yako, sede de la Asociación Charrán. Los cuadros que aparecen en las fotografías son obras de Yako.


Antes de comenzar con el libro y al igual que el autor, en sus primeras líneas, advierte y expone unos valiosos consejos para el viajante desprevenido yo me apresuro a prescribir para el despreocupado lector unos sencillos pero fundamentales objetos que debe adquirir antes de emprender lectura: un bolígrafo, un cacho de papel y unos pañuelos. Es "Viaje a Estocolmo" una lectura que nos hará reír de repente y sin previo aviso. Pero una risotada en modo explosión. De las que sorprenden y pueden humedecer al vecino de enfrente. (es por ello, lo de los pañuelos). El bolígrafo acompañado de su correspondiente pedazo de papel es por no perder en el olvido nombres, fechas, referentes y títulos literarios que convendrá tener en cuenta en un futuro próximo. Este cuidado volúmen, por cierto, está editado por Libros del Innombrable y con una tipografía especialmente utilizada en Suecia. Sobre el tamaño y dimensiones del libro, también el autor nos dará pistas a lo largo del relato.

Raúl Herrero sostiene una guitarra con ademán de hacerla sonar. Ocurrió en Jaca.


Comienza este viaje, como he dicho, con unos imprescindibles avisos para viajantes, sobre la clase de ropa que se debe almacenar en la maleta (irremediablemente relacionada con el destino y la estación), la importancia de llevar sombrero, los amuletos que siempre debemos portar y algunas lecturas recomendables para el trayecto. El autor abre un libro en el tren que desde Zaragoza le lleva a Madrid y reflexiona a su vez sobre el reciente estado de confinamiento y pandemia en que se ha sumido el mundo entero. Cita a Paco Uriz, traductor y autor de la antología "Uno de los nuestros" y principio y valedor fundamental de esta aventura sueca y otros amigos que esperan en Estocolmo como los poetas Magnus William Olsson, Kjell Espmark que aparecerán en las próximas páginas. Francisco J. Uriz se ocultó el pasado año 2023 y Raúl Herrero escribió el artículo "Francisco J. Uriz: la traducción como una de las bellas artes" para el cuarto número de la revista "El eco de los libres". Continuemos con el libro. Tras explicar los motivos de su viaje y una vez ya en Madrid, Raúl Herrero recuerda otros viajes y se detiene en el encuentro de editores y libreros independientes "Otra mirada", en Guatemala y de paso, destaca la importancia de la circulación libre de los libros, el problema de las distribuidoras para terminar con una muy justificada reivindicación editorial.

 

Raúl Herrero y Fernando Pérez Leaní, fundador del Ateneo Jaqués

Pero desde Madrid, una ciudad de museos y librerías cerradas, Estocolmo flota permanente en el horizonte como un lugar mítico, como una Troya, un Camelot o la Jerusalem celeste, un lugar del que, según sus propias palabras, duda ya de su existencia y a su vez, como un destino familiar, pues el autor se refiere al culto escandinavo de la figura de San Jorge y la presencia de una estatua dedicada al santo precisamente en la catedral de Estocolmo, un nexo de unión entre el país nórdico y Aragón. Esta visión familiar de Suecia se completa más adelante, según confiesa el autor, por la influencia materna, con la figura de Olof Palme, a quien consideran una positiva alternativa social y política en la década de los sesenta y setenta del pasado siglo. Dejando atrás Madrid, al fin llega el momento avión donde, como lectores, viviremos uno de los quilombos más desternillantes del libro. El humor es un constante que se desarrolla a través de las páginas y que envuelve la expedición en un comedido halo de locura que, sin embargo, es apaciguado en los momentos de conferencia y presentaciones.


Una vez en el destino, el cielo de Estocolmo se torna en una referencia constante para el autor que recupera y agrupa al final del libro en un poema de una estética deslumbrante. Como deslumbrante parece ese cielo de carámbano y estrellas congeladas en las noches blancas de Estocolmo, un cielo de agosto que se asemejaría a un otoño en Zaragoza. A pesar del aspecto familiar que ya hemos citado anteriormente, Raúl Herrero establece constantemente las gozosas diferencias que advierte en la sociedad sueca. Por ejemplo, los horarios. Un día empieza a las seis de la mañana con una luz que se asemeja a las diez de España y termina, indefectiblemente, a las seis de la tarde. Llamar a un amigo sueco a partir de esa hora es un agravio y hacerlo pasadas las nueve de la noche ( en Suecia, de la madrugada) puede constituir todo un delito. Otro aspecto singular del viajante en tierra extraña es el tono de voz. Mientras el autor se cerciora de que está hablando en un tono normal, imagina a las personas que lo rodean soportando alaridos de mono, barritos y graznidos insoportables. En una biblioteca sueca, los lectores mueven los labios entre ellos, asegura que están hablando, pero no se escucha ni una mosca. Por cierto, tampoco hay moscas en Estocolmo, según acredita Raúl Herrero. La ausencia de dinero y la lucha cuerpo a cuerpo con ininteligibles aparatejos electrónicos también es una de las virtudes de la patria nórdica aunque el autor comienza a sentirse en Suecia, más o menos, como en casa. En primer lugar, el frío nórdico es más un mito que una realidad pues prefiere el suave azote blanco de Estocolmo a la inhóspita cierzada del valle del Ebro. En realidad, el autor culmina reconociendo que podría perfectamente instalarse en Estocolmo los próximos cuarenta años. Sin embargo, hay una cosa que no cambia, de España a Suecia y es que al viajante le persigue un misterioso mal, la maldición de Madrid. Pues tampoco acierta el desafortunado visitante en el intento de visitar los museos de la ciudad. En este caso encuentra cerrado el Moderna Museet y tiene que contentarse, después de un vertiginoso trayecto en barco, con las estructuras moviles de Alexander Calder. También deja constancia el autor de la dificultad de desplazarse por una ciudad invadida por el mar, llena de islotes, una urbe que irremediablemente se desparrama hacia el agua. Diferencias profundas entre la sociedad sueca y la española pero donde al final, gana el aspecto positivo en la capital nórdica. Llama mi atención de lector, poderosamente, la simpatía, las sonrisas y la amabilidad sueca. Cuenta Raúl Herrero como, en un incidente involuntario, despachó varios metros por el suelo a una señora de avanzada edad que, sin parecer herida ni lesionada, recobró compostura, se puso en pie y prácticamente se disculpó ante su acante con una inmaculada y amplia sonrisa, así que podemos confirmar que la antipatía, el ánimo gris y la cerrazón del carácter en los habitantes de Suecia es más mitología que realidad.

Raúl Herrero y Ana Belén Sánchez


 Durante "Viaje a Estocolmo" suceden diversas hazañas como la narrada anteriormente que, a buen seguro, provocarán más de una sonrisa en el lector. Pero también hay un espacio para el objeto en sí del viaje y la actividad del autor como editor invitado por el Instituo Cervantes a las jornadas literarias. Tanto es así que se reproduce casi de manera íntegra las intervenciones de cada conferenciante al respecto y si el lector aún está picado por el aguijón de la curiosidad, descubre también en código QR unos enlaces a vídeos de Youtube donde podemos ver estas conferencias realizadas en Estocolmo. Se detiene el autor en la antología de poetas nórdicos "Uno de los nuestros" y en los títulos de esta literatura que se han publicado en Libros del Innombrable, una extensa colección. También hay espacio entre estas páginas para los referentes del autor, por citar unos pocos, Fernández Molina, Cirlot, Arrabal, Chicharro, Camilo José Cela, el Postismo... historia de la literatura también en este "Viaje a Estocolmo" que representa un amplio viaje cultural para el lector, quizá incluso más amplio que para el propio autor.


 



Se despide el autor de estas páginas con melancolía y tristeza, igual que se despide de Estocolmo donde piensa que el único motivo para volver quizá sea su familia. También deja una imagen onírica y nocturna de Estocolmo para el recuerdo y cierra el contenido con un poema inédito hasta ahora, como he dicho, dedicado al cielo de Estocolmo y otro poema incluido en su poemario "Los trenes salvajes" y que hace referencia, entre otros, al cineasta sueco Ingmar Bergman.



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